Monday, August 24, 2015

Final Copa Mundial: Italia-Francia, Julio 9 del 2006

 
El dia tan esperado! La final de Fussball! Un polaco de nombre Paultz - nos hicimos amigos en la borrachera del partido Alemania Portugal - insistió en que fuéramos al Olympicstadion temprano, tipo 11AM, para sumarnos a la turba de fanaticos que se congregarían en el previo al magno evento. Accedí, y a las 11:10AM estaba ya más puesto que un calcetín.
 
Nos lanzamos raudos y veloces al estadio (poco más de una hora de viaje desde el campamento) y, ya estando ahí, nos bebimos unas Berliners con Lambwurst (salchicha de cordero) jinto con unos italianos escandalosos pintados hasta el cu... tis.
 
De ahí, el partido. Fuimos al Fan Fest (una fiesta afuera del estadio con pantallas gigantes), donde conocimos a Silvio y Kevin; un nicaragüense adoptado de niño por un noruego que ahora lo llevaba a Alemania y un canadiense atípico en su amor por el fútbol si lo comparamos con el coterráneo promedio y su pasión por el hockey.
 
Es increíble el poder de convocatoria que tiene el fútbol. Antes de darme cuenta, este evento al aire libre hervía de fanáticos de ambos equipos; pero además habían multitud de ingleses, australianos, españoles, ecuatorianos, mexicanos (no se imaginan cuantos)y hasta de países que no fueron al mundial como Bulgaria, Canadá, Finlandia...
 
Yo me instalé estratégicamente junto al kiosko de venta de Berliner (ya le tomé el gusto, y además es muy barata). Ahí, pedí mi cerveza correspondiente y fue lo último que pagué esa noche. Entre Silvio y Kevin iniciaron una especia de concurso de embriagamiento colectivo que tenía muy poco que ver con el fútbol. Empezaron a comprar cerveza por litro para todos los que estábamos en los alrededores.
 
Conclusión: me contaron que el segundo tiempo estuvo muy bueno. Los tiempoes extras, junto con la expulsión de Zidane, pasaron frente a nuestros ojos como un borroso suspiro. La tanda de penalties fue el éxtasis, con gente saltando y abrazándose eufórica cada vez que alguien (el que sea) anotaba (o fallaba) el disparo. El tiro final, sello de la victoria italiana, hizo estallar en gritos de locura a los cientos que se habían congregado en el lugar. Silvio, Kevin, Pawet y yo trepamos a una mesa a gritar "Italia!, Italia!, Italia!" con un empeño que envidiaría en tifosi más recalcitrante de Nápoles. Todo el mundo se pintó de verde, blanco, rojo... y azul. Fue el caos más organizado que he visto.
 
Creo haber visto los tenues rayos del sol anunciando el nacimiento del nuevo día cuando regrese al hostal (si! conseguí un lugar mucho más decente para quedarme esa noche!)...

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